Lo primero a tener en cuenta para llevar a cabo este entrenamiento, es el registro que debemos hacer de nuestras pulsaciones en estado basal (muy relajados), en reposo y de nuestra frecuencia cardíaca máxima teórica (208 - (0`7 x la edad)). Estos datos son necesarios para saber cuáles son los ritmos en los que debemos entrenar para mejorar.
Un ejercicio saludable para nuestro miocardio es aquel que se encuentra entre el 50% y el 75% de nuestro volumen de oxígeno consumido máximo. ¿Cómo hallamos este cálculo? Es fácil. Pongamos que nuestra frecuencia cardíaca en estado basal es de 65 pulsaciones/minuto, y que la frecuencia cardíaca máxima teórica es 198 latidos por minuto. A la máxima hay que restarle la basal (198 - 62 = 136). Al resultado, debemos aplicarle el 50% y el 75%, ¿cómo? multiplicándolo por 0'5 y 0'75.
Encontramos así dos frecuencias cardíacas entre las que nuestro ejercicio sería saludable, en este caso, 68 y 102. Para ejercitar el corazón, lo que debemos realizar es incrementar nuestro ritmo de entrenamiento hasta el 75%-85%. Volvemos a tener en nuestro poder dos frecuencias entre las que el trabajo de nuestro miocardio sería el idóneo.
El objetivo de este tipo de trabajo es garantizar la salud y el correcto funcionamiento del corazón, del que depende en gran medida la recuperación a la que será sometida nuestro cuerpo tras una actividad física intensa. En futuras entradas del blog se presentarán métodos de entrenamiento con los que conseguir fácilmente un trabajo eficaz de las fibras del corazón.
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